Pedro Lucas Martins

Vinum Liminis Mortis

1919, 1920, 1921, 1922 Oporto

A excepción de algunos historiadores y académicos con acceso a archivos olvidados, desconocidos o cerrados al gran público, pocos reconocerían el nombre de Isabel Mendonça Travassos.

Empecemos diciendo que fue la primera persona en ser condecorada con la desaparecida Real Orden del Mérito y la Excelencia, en una ceremonia celebrada en Oporto, presidida por todos los títulos y altos cargos de la Monarquía del Norte. Este honor fue especialmente importante, no sólo por el premio en sí, sino porque fue el único caso conocido en la historia de Portugal y del mundo en que una mujer muerta subió a un escenario para ser homenajeada.

El insólito acontecimiento se debió a la extraordinaria contribución de esta investigadora y enóloga al esfuerzo por mantener la zona monárquica en el Norte, utilizando el ahora ilegal y muy codiciado vinum liminis mortis – popularizado como «vino de los muertos»

Cabe señalar que existen bebidas contemporáneas con un nombre similar (quizá aprovechando el nombre y la enorme demanda de este vino), pero que no se parecen en nada al original. Ni el efecto ni el modo de producción, el primero subordinado al segundo.

Como sería de esperar, dado el secretismo del proyecto, poco se sabe sobre el proceso exacto de creación del auténtico vino de los muertos, pero las exhaustivas investigaciones sobre el tema han confirmado al menos dos etapas fundamentales.

La primera, de crucial importancia, era la ubicación del viñedo. No se trataba simplemente de un suelo seco, suelto y bien drenado, sino de uno en el que la presencia de cadaverina alcanzaba niveles bastante elevados, ciertamente superiores a los deseados en cualquier otra situación. Esto significaba que las mejores tierras para este cultivo tendrían abundancia de cadáveres, en diferentes estados de descomposición, con «repostaje» obligatorio. Un flujo continuo de espías, pequeños delincuentes e indeseables de todo tipo proporcionaba a las raíces de las vides un fácil acceso a un copioso depósito de miasma. El resultado eran unas uvas negras, voluminosas y brillantes, una variedad de uva con propiedades únicas, capaz de provocar transformaciones físicas y mentales tras someterse a un tratamiento misterioso y aún no refinado durante la fase de fermentación.

La segunda parte del proceso también se refiere al uso de cadáveres, pero como medio de almacenamiento. Durante la fase de maduración, estos cuerpos eran eviscerados y escurridos, y el vino se sellaba en su interior en odres especiales para garantizar la conservación del contenido dionisiaco. También hay que señalar que las carcasas humanas podían variar en cuanto a sexo, edad y estrato social (nobles, clérigos o plebeyos), con ejemplos de ancianos, mujeres e, incluso, niños, que presentaban el abdomen hueco y mostraban marcas cosidas a mano. Se supone que todos los recipientes daban al vino un sabor o aroma particular.

El mayor resultado, sin embargo, y la razón de su gran demanda y celebración, era invariable. Sólo medio litro de vino de los muertos tenía el efecto inmediato de apaciguar las enfermedades (la influenza de 1918 es el mejor ejemplo) y relegar a la inconsecuencia cualquier herida medianamente grave. Su consumo regular – certificado por testimonios escritos – garantizaba a sus consumidores un estado próximo a la inmortalidad, que volvía inofensivo cualquier veneno, golpe seco o disparo de arma de fuego. La lesión persistía, hay que señalar, pero sin mayores consecuencias, salvo quizá la cuestión estética: los hematomas, la necrosis, la piel grisácea que empezó a asociarse con sus usuarios, por lo general figuras prominentes del reino, con colecciones privadas y acceso irrestricto al admirable elixir.

Es fácil imaginar lo que tal descubrimiento habrá significado para el esfuerzo bélico, aunque los soldados que luchaban a favor de la Monarquía sólo tuviesen acceso a una versión acuosa del vino, la llamada «agua funeraria», una variante empobrecida, pero con atributos curativos.

Aún no se ha determinado mediante qué proceso esta sustancia altamente tóxica, en todas sus formas, sería adecuada para una ingestión ocasional o sucesiva, aunque no puede decirse, a la luz de diversos informes, que la misma ingestión (o libación) no resultaría perjudicial.

Los primeros casos investigados se remontan a casi un año después de que Isabel Mendonça Travassos recibió su distinción. Diversos informes médicos, impresos y descripciones de autoridades policiales y judiciales mencionan casos de personas de aspecto cadavérico, vomitando una materia espesa y negra, algunas de las cuales mostraban síntomas que iban del trance al estupor, incapaces de razonar o vivir en sociedad. Pocas personas pueden estar vivas para disfrutar de su muerte. La máxima auspiciosa anteriormente extendida adquiría un significado más siniestro.

No se conoce con certeza qué pudo causar este cambio, si el vino puro o alguno de sus derivados, o su uso continuado o abuso, entre otras cosas, porque no todos los consumidores han experimentado síntomas tan graves. Sin embargo, es bien sabido que muchos de los que la exhibieron fueron rápida y discretamente retirados de la circulación, a menudo de forma permanente, cuando la situación se volvió irreversible.

Se cree que las propiedades sedantes del vino también actuaban como antídoto contra el dolor. Fuera lo que fuese. Esto demuestra el enorme potencial aditivo de esta sustancia – y la inclinación que podría generar hacia el exceso o hacia

productos menos fiables y regulados. Esto da pie a la hipótesis de qué pudo precipitar la caída de la Monarquía del Norte en el espacio de un año.

En este momento no es posible determinar cuántos de estos efectos ya se conocían -o se podían prever- en el momento de la ceremonia en la que se honró la creadora del vino. Sin embargo, el nombre popular del vino ya parecía presagiarlo.

Quizá nadie quiso ver más allá del asombroso espectáculo que jalonó la celebración, donde semejante avance enológico sonaba a victoria y a promesas de grandeza desmesurada. Al fin y al cabo, Isabel Mendonça Travassos había subido triunfalmente al escenario horas después de un intento de asesinato exitoso. Se sabe que pronunció un discurso en el evento, aunque se desconoce su contenido. Uno supone, sin embargo, que el agujero sobre su ceja izquierda habrá dicho todo lo necesario.

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