Júlia Durand

Carta Abierta del Ingeniero António Forte, Publicada en la Real Gazeta Invicta, el día 7 de Octubre de 1920

1920

Carta Abierta del Ingeniero António Forte, publicada en la Real Gazeta Invicta, el día 7 de octubre de 1920

Caros editores, estimados lectores,

Soy – por costumbre, por principio y por virtud natural – un hombre de pocas palabras. Así que créanme, queridos lectores, distinguidos redactores de la Gazeta, que cuando un tema me hace agotar la tinta, es porque lo estoy viviendo intensamente, y porque sólo escribiendo sobre él podré hacer sentir toda mi indignación.

Porque lo que está ocurriendo aquí es indignación. Ahora lo confieso: puede que yo haya sido uno de los primeros en cuestionar esta nueva fuente de energía para el Reino, que lo tiene todo para alarmar a la gente de bien. Pero también fui uno de los primeros conversos, y hoy me siento orgulloso de este néctar que impulsa nuestra industria: este néctar elaborado por nuestros viticultores, con nuestros viñedos, como todo en nuestra agricultura, cultivados por nuestros valientes campesinos, en nuestra tierra, con nuestro estiércol. Por encima de todo, este cambio en el vino no ha sacudido una de mis grandes certezas en la vida: “Ponte de Lima”, blanco; “Ponte da Barca”, tinto. Así que levantad la hoja de parra; hacedla bandera, y me veréis de pie, sombrero en mano, con todo el fervor patriótico que merece un reino glorioso.

Pero abrir la boca para cantar tal himno, eso, no. La música es el dominio de las almas nobles, pero no toda la música. Las canciones que se ladran en las tabernas, por espíritus ya tocados y manchados por demasiado vino, son de una bajeza y grosería asombrosas. Desgraciadamente, muchos de nuestros ciudadanos no tienen el carácter suficiente para resistir la tentación de cantar estas barbaridades – es sólo otro triste síntoma de nuestros tiempos, en el que los jóvenes evitan el sufrimiento que es tan necesario para formar el carácter.

Supongo que tendremos que tolerar tales comportamientos. Sin embargo, lo que no podemos, no debemos, tolerar es que el himno compuesto para nuestro augusto Reino se base en tales canciones de taberna. Por si el insulto no fuera suficiente, fuentes fidedignas me han informado de que el himno fue compuesto por una mujer. Me abstendré de comentar la situación: el honorable lector seguramente tendrá suficiente discernimiento para indignarse. La mujer, el ser que más admiro en esta tierra, es demasiado sofisticada para frecuentar tabernas, pero no tanto como para hacer verdadera justicia al arte de las musas. Así que aquí tenemos una quimera, una arpía, que deshonra tanto a la música como al Reino.

¡Dennos otro himno! Dennos algo que valga la pena cantar, ¡y lo cantaremos!

Saludos cordiales,

António Forte, Ingeniero

Fortepan — ID 7877 (Public Domain)
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