Publicación de las memorias de Miguel Oliveira de la Vega, lacayo del Rey
Artículo publicado en O Século, 27 de abril de 1922, Lisboa
Sólo han pasado cuatro días desde la caída de la llamada Monarquía en el día de San Jorge, 23 de abril. Pero hubo quien no esperó a aprovechar la ocasión, utilizando los giros históricos como una oportunidad publicitaria. Es el caso del Sr. Miguel Oliveira de la Vega, lacayo del hombre que se hacía llamar Rey, que aprovechó inmediatamente la ocasión para publicar su autobiografía con Bertrand Editora.
Desde el comienzo de la insurrección monárquica, el 19 de enero de 1919, el Sr. Oliveira de la Vega ocupó un puesto muy específico como lacayo: el aseo del zapato izquierdo. Todas las mañanas, dos veces por la tarde y una por la noche, tenía el deber de limpiar el polvo del zapato izquierdo de D. Manuel II – sólo el izquierdo, cabe señalar, ya que el derecho era responsabilidad de su colega Ernesto Teixeira do Gato. Este es el título que eligió para su autobiografía: Mi Vida de Erradicación de Polvo del Pie Siniestro, en la que relata los tres años que pasó en este prestigioso puesto.
Según el testimonio del Sr. Oliveira de la Vega, el polvo del zapato izquierdo del rey Manuel II era de todo tipo: «a veces gotas de sangre de los republicanos, a veces gotas de sangre de las heridas de nuestros aliados, a veces simples granos de arena arrastrados por el viento marino». El autor y antiguo lacayo enumera todos los tipos de suciedad que deben limpiarse de un zapato izquierdo, que identifica y clasifica según una tipología sistemática digna de las nomenclaturas más metódicas de la obra de Lavoisier.
Además de estas crónicas detalladas, de notable importancia, el autor demuestra hasta qué punto toda la Monarquía descansaba sobre sus hombros. Un rey se define por su ejército de servidores, su corte, sus privilegios, su pueblo y sus absurdas prerrogativas reales: sin todo esto, no es nada. Un rey sin lacayo no es un rey, sino un simple ser humano, tonto y mortal como todos los demás.
Fue el hecho de que cada día viera cómo limpiaban sus majestuosos zapatos lo que hizo que D. Manuel II se sintiera rey, se convirtiera en rey, fuera rey, porque, como subrayó Etienne de la Boétie, es la sumisión de los súbditos lo que da a los tiranos su poder: sin ellos no son nada, sin creencia no hay rey; son los más débiles los que hacen a los más fuertes.
«A pesar de ser lacayo, llevaba la Monarquía en mis brazos», observa el Sr. Oliveira de la Vega. Una nueva e interesante perspectiva de la sangrienta guerra civil que acaba de terminar. Por encima del poder del Rey estaba el poder aún mayor de su zapato izquierdo.
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