Inês Montenegro

Sobre las Apariciones de la D. Antónia – Informe Oral

1919 Oporto

Recopilación del relato oral de Maria Inocência Silva sobre las apariciones de la D. Antónia Ferreira, para ser enviado al Vaticano con vistas a la santificación de la «Beata Ferreirinha».

1º Informe: Recogido poco después de las primeras apariciones

«Miren, si quieren creerme, créanme, sé que nadie vino a verme, y yo también lo he pasado mal desde que perdí a mi Carlos en Lalys. No me ha faltado comida, no, tengo un buen pedazo de tierra, y de eso no me puedo quejar, lo que plantas es lo que obtienes, tal vez por eso la señora D. Antónia no ha venido a mi puerta. No sé qué decirles, de verdad que no lo sé. Yo me quedo aquí con mis asuntos, pero Herminia, que cuida la capilla conmigo, dice que se le había aparecido la embrujada, así de flaca, con toda su ropa bonita y sus encajes en la cabeza. ¡Dice que la había regalado comida para un mes! ¡Miren, los señores, si puede! No quería ser intrigante, Herminia es una mujer decente, nunca la he conocido adicta, pero a veces exagera, ¿sabes? Y no sé qué coño era, si no era una de esas señoras que hay por ahí haciendo el bien, las vivas, en fin. Pero entonces se le unió Adelaide, que venía con los encajes nuevos para los altares, y empezó a hacer coro que también la había visto y que había sido un alivio, que los pequeños sólo lloraban, que no tenía más que agua que echarles a la barriga. También siempre pensé que tenía demasiados hijos, pero eso no es asunto mío. Empecé a sospechar, ¿sabes? Eran ya las dos y se pusieron a charlar, las descripciones coincidían, incluso decían lo mismo sobre la lluvia. Entonces Adelaide dijo que le estaba haciendo un ajuar a la santa y me tuve que liar, de verdad, no me gusta nada, pero con los santos no se juega, y ella ya estaba pensando en poner a la D. Antónia en la procesión en vez de a la Virgen de los Dolores, y eso es lo que no puede pasar. Pero Herminia se unió y, mira, me callé, pero no me detuve. Fui a ver al cura. Comprendéis que no soy de intrigas, pero tuve que hacerlo, y con razón, porque el cura estuvo de acuerdo conmigo en que esas cosas no debían hacerse así, que era una falta de respeto a la Madre de Nuestro Señor, que es también la Madre de todos nosotros, y que era un pecado caer presa de esas supersticiones. Después, no tienes ni idea, hubo una guerra. La gente quería a la D. Antónia en la procesión, y el cura dijo que no. ¡Fue una falta de respeto! Algunas personas dejaron de ir a misa y se fueron a la del pueblo vecino. ¡Peor que eso! Querían que nos uniéramos a ellos en la falta de respeto que crearon hacia un hombre de Dios. No es perdonable, ¡realmente no se puede perdonar! Así que miraban a ver quién iba a la misa del cura e intentaban tenderle una trampa, que el cura era ciego, que la santa era real y perderíamos su favor, ¡blasfemia! Pero miren, señores, es mejor que hablen con otra persona, porque yo no sé mucho, soy muy reservado, sólo pienso que la Virgen es la Madre de Cristo, y a las madres hay que respetarlas. Pueden preguntar a otras personas y sabrán mejor que yo».

2º Informe: Recogido después del episodio de Las Revelaciones, unos siete días después de las primeras apariciones

«Tengo el alma para volver al cuerpo. Por eso habéis vuelto, ¿no? No sé porque yo, no soy de hablar y no sé mucho, pero si quieres, compartiré lo que he oído. ¿Crees que la niña de María Austera descubrió a algunos espías republicanos? ¡Lo dijo la santa! Sabéis acerca de estos cerdos, por supuesto, por eso lo que estáis aquí. ¡Quién lo hubiera pensado! ¡Haberse escondido entre nosotros! Yo desconfiaba mucho, se lo advertí a Hermínia y a Adelaide, “mira, tres tíos así, merodeando, no es de fiar”, pero hay tantos otros que deambulan por estas tierras buscando trabajo, y aquí en las fincas siempre hace falta gente, así que ahora en época de vendimias, cada par de manos es una ayuda. ¡Y pensar que debo haber cosechado con uno de ellos al lado! Hasta se me pone la piel de gallina, ¿os dais cuenta? Pues bien, Austera me contó que estaba agachada en la viña cuando oyó a su hija decir “¿Qué quieres de mí?” y que se levantó para preguntarle a la chica con quién hablaba, pero la vio mirando una de las parras, y me juró que allí no había nadie, pero la maldita chica estaba tan atenta que Austera no se atrevió a decir nada. Y entonces el resto de la gente se levantó y miró a la niña. “¿Cuáles son?”, preguntó la niña. Luego, como sabréis, se marchó sin decir ni pío y fue a ver al cura, encerrado en su casa, pues la gente seguía enfadada con él, y luego se supo que le dijo que se le había aparecido una mujer vestida de negro y le había dicho que había tres republicanos entre los vendimiadores. Dijo los nombres y el cura los llevó al consejo, que los detuvo y pronto se supo que era verdad. ¡Hay cosas! Adelaide me dijo más tarde que el cura había autorizado finalmente la procesión con la Beata Ferreirinha. No sé nada de los republicanos, no me van los cotilleos, pero una amiga mía me dijo que se los iban a enviar a una señora que está haciendo unos experimentos, una tal D. Isabel Mendonça Travassos».

Fotografia de Inês Montenegro
Inspirado en eventos o personas reales
Referencias

«O Regresso de D. Antónia», Carlos Silva

«Vinum Liminis Mortis», Pedro Lucas Martins

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